19 de marzo de 2009


Efluvios de Alabanza

Poesía

Freddie Johnson C.

En Enero del 2008, un desaprensivo irrumpió en mi casa mientras mi esposa, mis hijos y yo estábamos en nuestro acostumbrado retiro de inicio de año en la iglesia, llevándose una laptop y otros artículos de fácil transportación y expendio en las calles de mi pueblo, que cada vez menos seguras se tornan.

Con la laptop se llevó mas de diez años de trabajos escriturales, todavía inéditos, pero que me representaban, como en el caso de una matriz abierta por un embarazo, una gran carga emocional y un gran entusiasmo por la esperanza de un aporte no revelado, pero sentido dentro de las entrañas de una madre primeriza.

Solo apelé a la fe y al decreto de la palabra creadora y reversora de una situación que, para mí, casi ameritaba el lloro y la rabia. Recuerdo haberme parado en el centro de la sala y decretar: “Declaro, EN EL NOMBRE DE JEUS, que la persona que haya hecho esto, recibe un llamado especial de Dios y que la laptop aparece con mis archivos intactos.

Un mes después, alguien, mientras estaba estacionado esperando a mi esposa, quien hacia unas compras, introdujo su cabeza por la ventana de mi carro, me abrazo y me dijo: “ayer me convertí.” Nunca pude levantar cargos contra esa persona, a falta de pruebas, pero todo indicaba que El era el perpetrador del robo en mi casa. Me alegre mucho y cuando se retiraba, dije en mi corazón: “bueno Señor, ahora falta que aparezca la laptop.”
En Julio del 2008, mientras hacia una visita a un amigo comerciante y propietario de una casa de empeño, a mi vista percibí, la maquina y para hacer de este relato largo algo corto, siete meses después recuperaba la maquina y los archivos.

“Efluvio de alabanzas” es un poemario inconcluso, que junto a otros trabajos había estado lejos de mi por casi un año y a continuación expongo tres de los poemas contenidos en el mismo y dedicados a mi Dios.


Desde que soy tuyo

No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.
Isaías 43:1B

I
Desde que soy tuyo:
Los días nacen con colores enajenados,
Los ocasos se pierden entre océanos conquistados
Y las estrellas me invitan con soslayo.
II
Desde que soy tuyo:
Las estrías de la vida se suturan con el hilo de tus hazañas
Y al sentir tu amor profundo,
Se dilata mi corazón de risas y de alabanzas.
III
Desde que soy tuyo:
Las estaciones zigzaguean sobre el tiempo
Los años se alegran en otoño como en invierno
Ya sea tenue o claro el día, estoy contento
Los problemas se despiden con mentiras que ignoro
El desaliento se desanima ante la indiferencia
La angustia se desespera ante la paciencia, (porque…)
Tus palabras se ensanchan con una radicalidad que anhelo
Y tus promesas se recrean con una parsimonia que deseo.
...y todo, desde que soy tuyo.
IV
Desde que soy tuyo:
Comprendo la razón de tus brazos abiertos:
Ellos vociferan: —“tanto que te quiero”
Imagino el dolor de tus sienes heridas,
Y no encuentro en tus motivos mentiras.
V
Desde que soy tuyo:
No hay en mi soledad vacuencia,
En el ocio de mi pensar emergen piropos,
Porque al estar en tu presencia…
Las sonrisas vuelan por encima de los enojos.
VI
Desde que soy tuyo:
No temo estar en la estancia de la intemperie
No sufro los embates de la tristeza
Porque a la distancia, se ve que me quieres
Y tu cercanía me hace volar sobre las malezas.
¡Y todo, desde que soy tuyo!
VII
Desde que soy tuyo:
El sufrimiento es gloria de un espacio estrecho,
El llorar es recompensa de un preludio finito
El menester es hálito de un deceso maltrecho
Cuando escucho tu voz cerca de mi oído
De a poco pierdo la noción tiempo.
VIII
Desde que soy tuyo:
La estrechez es holgura de amor,
Lo profundo es altura de cariño,
La oscuridad es la madre del sol,
Y la intrepidez hace madurar al niño.
¡Desde que soy tuyo!
Tuyo por sangre,
Tuyo por don,
Yo hijo y tu padre,
Yo humano y tu Dios.
¡Y todo desde que soy tuyo!





¿Qué más puedo anhelar?
Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos. Todas vuestras cosas sean hechas con amor.
—I Cor. 16:13

I
Pusiste en mi corazón esperanza
Para que en cualquier esquina violenta de la vida
No desmayara ante una realidad menesterosa de ánimo,
Para que en cualquier patio trasero de la existencia
Viviera opulento y displicente.
II
Pusiste entusiasmo en mi mente
Para que en cualquier recodo ocioso de mi pensamiento
Haya suficientes motivos para proseguir,
Para que en cualquier lúgubre estancia
Mis anhelantes ojos fueran las lumbreras de mí transitar.
III
Pusiste fe en mi alma
Para que en cualquier sesgo de angustia
Pudiera vivir la impasible bonanza de una sorpresa,
Para que en cualquier zozobra de mi viaje infinito
Pudiera creer la inaudita certeza de una promesa
IV
Pusiste amor en mi seno
Para que en cualquier circunstancia de traición
Pudiera mirar a los ojos del Judas
-Que señuelo de su propia codicia, y al besar mi mejilla-
Dejara mi faz carente de rencor
Para ir tras el suicidio, sin persecución ninguna.
¿Qué más puedo anhelar?


¡Si se me permitiera mirar!
Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
—Isaías 6:5
I
Si se me permitiera mirar…
Mi admiración transitaría los callejones del espacio,
El canto completo se quedaría en el preludio,
Mi modorra se suspendería en un compás infinito,
El poema adolecería de sentido,
La novela solo tendría dos personajes,
La prosa sería conclusa,
Y la obra se detendría en la primera escena:
II
No se me permite mirar porque…
Mi admiración se dilataría entre el principio y la eternidad
Me faltaría tiempo para mirar tu sempiterna belleza
Me faltaría tiempo para mirar la plenitud de tu grandeza,
Me faltaría tiempo para mirar la inexorabilidad de tus portentos
Me faltaría tiempo para mirar la majestad de tus aposentos.
III
No se me permite mirar porque…
Quisiera cantarte y solo el preludio puede durar un siglo:
Veinte y cinco años para cantarle a tu belleza con sigilo,
Veinte y cinco años para cantarle a tu grandeza con reverencia
Veinte y cinco años para cantarle a tu poder con elocuencia
Y veinte y cinco años para cantarle a tu majestad con prudencia
IV
No se me permite mirar porque…
Quisiera prolongar el primer compás hasta el infinito,
Mis ojos explotarían al intentar explicarme tu rostro bendito,
Mis oídos ensordecerían al escuchar tu insólita voz
Y mi cerebro se inhibiría ante tanta información.
V
No se me permite mirar porque…
Intentaría escribir mi única novela
Y solo serían palabras e impurezas
De un humano tratando de describir a un Dios.
VI
No se me permite mirar porque…
Quisiera escribir mi mejor poema
Y esto sería fatal porque nadie lo entendería
Y mi afán de ser poeta
En desilusión terminaría.







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